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Salud mental infanto-juvenil: detectar a tiempo, trabajar en red y fomentar el desarrollo del menor

Materiales de Ejercicio del centro Ita Mirasierra

Andrea Menéndez Faya

Uno de cada siete adolescentes en el mundo convive con un problema de salud mental. Cerca de la mitad se manifiestan antes de cumplir los 18 años, pero la mayoría de casos siguen sin ser detectados ni tratados a tiempo. Son datos recogidos por UNICEF en su último informe sobre el Estado de la Infancia en la Unión Europea que ponen de manifiesto una situación y una preocupación globales. 

La punta del iceberg son los problemas de conducta graves. “Es la manera que tienen los niños de comunicar que hay algo desajustado en ellos mismos o en su entorno social o familiar”, explica Cristina Mañas, Coordinadora del Servicio Infantojuvenil de Ita Mirasierra, que incide en la necesidad de prestar atención a los síntomas de ansiedad y depresión, problemas con la alimentación, dificultades cognitivas y emocionales derivadas del consumo excesivo de pantallas y redes sociales, dificultades en habilidades sociales y comunicativas y los trastornos del neurodesarrollo como el TDAH o TEA.

Una red que detecta, enseña y apoya

Ita salud mental es una red de recursos asistenciales coordinada para dar la mejor respuesta terapéutica a la necesidad que pueda tener cada paciente y su familia en un momento determinado. Su servicio infanto-juvenil de valoración y tratamientos nace con el objetivo de orientar a las familias con niños y niñas con dificultades de desarrollo o riesgo de padecerlas e intervenir para lograr su máximo potencial. 

El proceso terapéutico es dinámico, y los requerimientos asistenciales de contención serán distintos a lo largo del tratamiento, adecuando el recurso asistencial al momento terapéutico y a las necesidades del paciente. Esta red de asistencia está en constante coordinación para flexibilizarse y adaptarse al proceso terapéutico que sigue cada persona para evitar los tiempos de espera entre recursos —ya que son un factor importante de recaídas—. Una actuación rápida en la programación terapéutica que evite demoras innecesarias, previene recaídas y asegura un mayor éxito. 

“Lo primero que le diría a padres y madres, más que recurrir a listados de síntomas o a tablas del desarrollo, es que pasen todo el tiempo posible con sus hijos e hijas y los conozcan” recomienda Mañas. “Vivimos en entornos que nos llevan a perder conciencia de lo básico, de salir al parque, ensuciarse, pasar frío, caerse... Sobreprotegemos a los más pequeños para que no enfermen porque no nos lo podemos permitir laboralmente los adultos”. Los niños se desarrollan en entornos que no son sólo el domicilio, en la relación con otros iguales es donde podemos percibir comportamientos que nos llamen la atención por exceso o por defecto. 

Los padres van aprendiendo a la par que el niño o niña las ventanas de desarrollo y la consecución de hitos: cuándo debe sentarse, gatear, caminar con apoyos, caminar solo o decir las primeras palabras.  “Si vemos que la mayoría de sus amigos han conseguido hitos en un momento determinado que él no consigue en los siguientes meses, podríamos preguntar a especialistas en desarrollo y no confiar en consejos como el ‘ya hablará’ que amistosamente nos dicen los que nos rodean”.

Ita Mirasierra —centro de psicología situado al norte de Madrid— es un centro especializado en la salud mental del adolescente y enfocado en la mejora del desarrollo de los niños de forma global, a nivel cognitivo, del lenguaje/comunicación, social, motor y adaptativo y el acompañamiento a la familia en el proceso terapéutico. Esta labor se realiza a través de la evaluación del menor y la puesta en marcha de un programa de intervención adaptado a las necesidades del menor en cada momento, ya sea en prevención y diagnóstico precoz de problemas de desarrollo, trastornos del neurodesarrollo, alteraciones neurológicas (daño cerebral adquirido o congénito, prematuridad), retraso madurativo, dificultades emocionales y sociales, problemas de conducta o mejora del rendimiento académico.

De este modo, se consigue capacitar a las familias para que sean protagonistas en la mejora del menor, estimular el desarrollo cognitivo, facilitar el desarrollo motor, mejorar en las dificultades en el desarrollo del lenguaje, el habla y la voz, así como las dificultades de comunicación. Todo ello mejora las competencias sociales del menor y le ayuda a adquirir habilidades de la vida diaria en rutinas como la alimentación, el sueño, la higiene o el vestido, mejorando la sintomatología asociada a retos socio-emocionales y de conducta y las dificultades de integración sensorial.

Trabajo multidisciplinar a través del juego

El equipo del centro Ita Mirasierra está formado por logopeda, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta, psiquiatra, psicóloga y neuropsicóloga, todas ellas especializadas en infancia. “Juntas en equipo, analizamos cada caso y, mediante el juego terapéutico y las estrategias propias de cada disciplina, se proporcionan herramientas y se potencia el desarrollo de habilidades motoras, cognitivas, del lenguaje, adaptativas, emocionales y sociales” explica Mañas. “El objetivo es dar respuesta a la demanda en intervención global y especializada en desarrollo y salud mental infantil, con evaluaciones e intervenciones muy precisas y en equipo terapéutico, para fomentar el desarrollo saludable de los menores”

Desde el área motora, la fisioterapeuta se encarga del seguimiento o tratamiento de la inmadurez en el desarrollo motor como por ejemplo por prematuridad. También de alteraciones del tono como la hipotonía, hipertonía o espasticidad de origen diverso, alteraciones en el movimiento y en control postural, patología respiratoria, fisioterapia respiratoria en lactantes y seguimiento y control postural en otros entornos —casas, escuelas infantiles, colegios, etc—.

El área de logopedia se centra en la intervención de patologías en las que se encuentre déficit o afectación en niños con dificultades a nivel de habla (dislalias o disfemia), voz (disfonía), comunicación, lenguaje, audición y alimentación. Por su parte la terapeuta ocupacional, promueve la autonomía en las actividades de la vida diaria correspondientes a la edad, de una forma funcional y satisfactoria. “Muchos niños presentan dificultades en diferentes áreas como la alimentación, el sueño, el vestido o hábitos de higiene, entre otros”, añade Mañas.

La labor de la psiquiatra ayuda a comprender toda la patología física que acompaña a algunos de los niños y niñas, además de supervisar medicaciones si las tuvieran. Por último, la psicóloga se encarga de la intervención emocional y social y la neuropsicóloga de fomentar el correcto desarrollo de los dominios cognitivos como pueden ser la atención, la memoria o las funciones ejecutivas.

Toda esta compleja labor terapéutica se enfoca desde un prisma lúdico. “¡Los niños vienen a jugar!” —explica Mañas— “Tenemos claros los objetivos y los trabajamos en cada juego, intervenimos en equipo y cada objetivo lo abordamos desde todas las áreas de manera novedosa y divertida. Hay objetivos más transversales que se pueden trabajar desde todas las áreas y otros específicos, pero siempre a través del juego”. 

Y en esta serie de terapias las familias tienen que ser parte activa de la intervención. “Sin ellos, los logros de los niños no se podrían generalizar a los diversos entornos, se quedarían en la sala de terapia”. Es necesario formar un equipo entre los niños y niñas, los terapeutas y las familias para comprender qué ocurre y cómo ayudar a los menores a conseguir superar los retos en su desarrollo y lograr su máximo potencial. 

La familia: una red que trabaja 24 horas al día

Pero esta labor familiar en la mejora del desarrollo de los niños y niñas con problemas de salud mental va más allá del centro. Es necesario regalarles tiempo de calidad y evitar por todos los medios el visionado de pantallas antes de los tres años de edad, incluída la costumbre de escuchar o ver la televisión de forma pasiva. “Debería ser hasta los 6 años la limitación en el inicio, pero si se hace antes como suele ocurrir, limitar el tiempo a fines de semana y a dosis muy pequeñas”. Además, es necesario supervisar estrechamente los dibujos animados que consumen. “El exceso de color, la rapidez de las escenas, los sonidos estridentes, son muchas veces sobreestimulantes para los niños, o con violencia sutil”, añade Mañas. 

Otra de las recomendaciones de la coordinadora del servicio infanto-juvenil de Ita Mirasierra es encontrar tiempo para jugar con los niños y niñas. “Aunque deban de coger independencia en el juego, la interacción con los adultos es enriquecedora y te permite detectar variables”. Además, recomienda fomentar la participación de los niños en las actividades del hogar cotidianas, adaptadas a ellos, para fomentar su autonomía, pasar tiempo juntos y trabajar habilidades. 

“Respecto a la conducta, intentar siempre ponerse las gafas de los buenos tratos a los niños”, comenta Mañas. “Si en un momento dado se nos va de las manos o sentimos que vamos a perder el control y vamos a tomar decisiones inconvenientes, parar la situación, ofrecer un modelo de autocontrol y respeto”. Esta medida ayuda a entender la regulación emocional y pospone las consecuencias de la conducta del menor. “A veces la respuesta más adecuada es parar, callar y abrazar”. 

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